domingo, 26 de julio de 2009

Saint Malo

Quoi dire?...
Tras el paseito bohemio del jueves necesitaba un segundo reencuentro con la naturaleza, bonitas vistas y aire puro. La misma noche del día de sol, pillé mis billetes para Saint Malo, un lugar del que había oído hablar muchísimo, tras "comprobar" ( es necesario poner las comillas porque la meteorología en Bretaña nunca es fiable ) que no llovería.
Realmente resultaba un tanto cansado: 4 horas de tren de ida, 6 horas en Saint Malo y luego la vuelta por la tarde-noche. A mi favor, mi amor incondicional por los viajes en tren. ¡Qué maravilla mirar el mundo pasar desde la ventana de un tren, es como visitar un museo vivo en movimiento!
Una vez en Saint Malo, una primera sensación de decepción, bajas del tren y encuentras una barriada entera de casas en construcción, una parking embarrado, también en obras, y finalmente desembocas en una calle que te traslada al puerto de Huelva: las grandes naves industriales, el aire saturado de olor a sal, el color gris del paisaje a pesar de que de nuevo vivía UN BUEN DÍA DE SOL.
Tras unos minutos de paseo pregunto por la oficina de turismo y encuentro el secreto para entrar en la ciudad escondida. Tras una muralla de una altura considerable entras en una ciudad toda entera construida en roca y granito con un aire pesado de nostalgia. Desde una de las varias puertas de la muralla, veo el mar, la playa en realidad. De repente se me para el corazón y la respiración se vuelve difícil. Desde la playa se ve los distintos fuertes instalados en medio de la inmensidad del océano, la muralla siempre altiva y poderosa y la ciudad que se asoma al borde la misma. Y por supuesto un agua transparente que juega con los distintos accidentes geográficos formando pequeñas piscinas, mini acantilados, corrientes de agua,... increíble.
Por cierto, he olvidado decir, que antes de salir descarté absolutamente coger el bikini (la temperatura prevista era de entre 16 y 22º), ayyyyyyy como he podido arrepentirme de esto último. De todas formas como suelo llevar pantalones acampanados, fue fácil poner en remojo mis pies :)
Paseando por el borde la muralla tienes a la mano en todo momento la ciudad escondida, la impresionante playa y las pequeñas islas,y los fuertes, vigilando la ciudad desde el mar. A pie se puede acceder a 2 de los fuertes cuando la marea está baja, siempre teniendo en cuenta a qué hora sube la marea porque si no, corres el peligro de quedar atrapado (perfecto momento para vivir la experiencia de permanecer en una isla desierta durante un día, hasta que la marea vuelva a bajar).
Por supuesto, no se puede dejar de un lado el turismo gastronómico, bueno, yo sí. En verdad me llevé dos bocadillos: uno de tortilla de patatas (un plato típico de la región Bretona) y el otro de jamón de york y queso de cabra. La ciudad estaba llena de turistas, todos comiendo ostras y mejillones como aquí se comen los chocos y el pescaito frito, a toooooooodas horas. Pero bueno, yo tengo otras debilidades: LOS CARAMELOS Y LOS HELADOS!!! Uhmmm. Entré en una tienda de caramelos y gomitas donde me puse las botas :) cogí todo un gran surtido de porquerías desconocidas para mí (mi particular forma de hacer honor a la gastronomía regional)y para terminar el viaje, una buena copa de helado de sidra de manzana y frambuesa, podría hacerme adicta a la sidra pero en verdad evito comprarla por si acaso.
Finalmente, de vuelta al tren, qué bonita la puesta de sol sobre los campos de Bretaña...

3 comentarios:

  1. Me gusa!! por cierto, la metáfora "estaba como en el puerto de Huelva" me parece bastante afilada, muy feo tenía que ser aquello...jajaja. Y, Decididamente, voy a poner un link de tu blog en mi espacio del messenger! Besotes!!!

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  2. Vaya, esperaba encontrar la historia que me ha contado papi. Besos.

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  3. Esa no es una historia para el blog... se la conté a papi para intentar borrarla de mi cabeza.

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